Le entrego su corazón, no le importo que se hiciera con el. Es suyo, siempre lo fue, entonces se lo regaló.
Parte en vano, parte consciente, él sabía que iría a parar a un rincón, desangrándose sin uso.
¿Que será de el? Un caminante sonámbulo que por esos malos pasos que uno tiene, anda por ahí solo cabizbajo y en silencio siguiendo sin sentido su no-rutina. Esperando algún día volver a sentir algo en ese hueco.
Cuanto más grato seria maravillarse con otras cosas, sonreírle a cualquier cosa, si al fin y al cabo, aunque de loco parezca, así se está mejor.
Pero el tiempo cura las heridas, como dicen por ahí. Y en eso inocentemente se refugia nuestro desdichado aun sabiendo que quizás ni siquiera eso le sirva.
El tiempo, que importan las horas o los días perdidos de ocio exagerado, si la dueña de su corazón no está ahí para sonreírle en la mañana o clavarle un codo dulcemente en la boca del estomago mientras descansa imperturbablemente.
Y que no se diga a este que bicho le pico, que anda penando sin razón por culpa su propias malas y refunfuñando al vacio vaya uno a saber qué cosa.
Es un varón arrepentido y agraciado en el don de expresarse inadecuadamente. Si uno pudiera leerle la mente seguramente se entendería más. Que lastima.
Lo dejamos por un momento, no vaya ser cosa que seamos victimas de sus insultos por andar mirándolo, pero me retiro con la firme promesa de volver y ver como sigue.
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